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24 Diciembre 2019
La respuesta de la palabra de Dios:
Todo Mi plan de gestión, que se extiende por seis mil años, consta de tres etapas, o tres eras: en primer lugar, la Era de la Ley; en segundo lugar, la Era de la Gracia (que es también la Era de la Redención); y, finalmente, la Era del Reino. Mi obra en estas tres eras difiere según la naturaleza de cada era, pero en cada etapa se ajusta a las necesidades del hombre, o para ser más precisos, se hace en función de los trucos empleados por Satanás en Mi guerra contra él. El objetivo de Mi obra es derrotar a Satanás, para manifestar Mi sabiduría y Mi omnipotencia, develar todos los trucos de Satanás y, por ende, salvar a toda la humanidad que vive bajo su dominio. Tiene el objeto de mostrar Mi sabiduría y Mi omnipotencia, mientras que al mismo tiempo revele lo horrendo de Satanás. Aún más, está orientada a enseñar a Mis creaciones a discriminar entre el bien y el mal, a reconocer que Yo soy el Gobernador de todas las cosas, para que se vea claramente que Satanás es el enemigo de la humanidad, el más bajo de lo bajo, el maligno, y para aclarar la diferencia entre el bien y el mal, la verdad y la falsedad, la santidad y la suciedad, la grandeza y la bajeza; que todo quede tan claro como el día. De esta manera, la humanidad ignorante puede dar testimonio de Mí, de que no soy Yo quien corrompe a la humanidad, y que sólo Yo, el Creador puede salvar a la humanidad, y que puede conceder a las personas cosas para el disfrute; y que ellas lleguen a saber que Yo soy el Gobernador de todas las cosas, y que Satanás no es más que una de Mis creaciones, que posteriormente se volvió contra Mí. Mi plan de gestión de seis mil años consta de tres etapas con el fin de lograr el siguiente efecto: permitir que Mis creaciones sean Mis testigos, que conozcan Mi voluntad, que vean que Yo soy la verdad.
de ‘La verdad interna sobre la obra en la Era de la Redención’ en “La Palabra manifestada en carne”
La obra de Dios sigue avanzando, y aunque el propósito de la misma no cambia, los medios por los cuales Él la realiza lo hacen continuamente, y de este modo también los que siguen a Dios. Cuanto más obra de Dios hay, más exhaustivamente llega el hombre a conocer a Dios, y su carácter cambia en consecuencia junto a Su obra. […]
En aquel momento, Jesús declaró que la obra de Jehová había quedado atrás en la Era de la Gracia, del mismo modo que hoy Yo digo que la obra de Jesús ha quedado atrás. Si sólo se hubiera producido la Era de la Ley y no la de la Gracia, Jesús no habría podido ser crucificado ni habría podido redimir a toda la humanidad; si sólo se hubiera producido la Era de la Ley, ¿habría podido desarrollarse la humanidad hasta este día? La historia avanza; ¿no es la historia la ley natural de la obra de Dios? ¿No es una representación de Su gestión del hombre dentro de todo el universo? La historia progresa, también lo hace la obra de Dios, y Su voluntad cambia continuamente. No sería práctico para Dios mantener una sola etapa de la obra durante seis mil años, porque el hombre sabe que Él es siempre nuevo y nunca viejo. Él no podría seguir manteniendo una obra como la crucifixión, y ser clavado en la cruz una vez, dos veces, tres veces… Esta es la percepción de un hombre absurdo. Dios no mantiene la misma obra; esta siempre cambia y siempre es nueva, del mismo modo que hoy os hablo nuevas palabras y realizo una obra nueva. Esta es la obra que realizo, la clave de la cual reside en las palabras “nueva” y “maravillosa”. “Dios es inmutable, y Dios siempre será Dios”; este dicho es realmente cierto. La esencia de Dios no cambia, Él es siempre Dios, y nunca podría volverse Satanás; pero estas cosas no demuestran que Su obra sea tan constante e invariable como Su esencia. Declaras que Dios es así, ¿pero cómo puedes explicar, pues, que Él es siempre nuevo y nunca viejo? La obra de Dios se extiende de continuo y cambia de forma constante, y Su voluntad se manifiesta y se da a conocer todo el tiempo al hombre. Cuando este experimenta la obra de Dios, su carácter y su conocimiento cambian de manera incesante. ¿De dónde surge, pues, este cambio? ¿No es de la obra siempre cambiante de Dios? Si el carácter del hombre puede cambiar, ¿por qué no puede permitir el hombre que Mi obra y Mis palabras también cambien continuamente? ¿Debo someterme a sus restricciones? ¿No estás simplemente recurriendo al sofisma?
de ‘¿Cómo puede el hombre que ha definido a Dios en sus conceptos recibir Sus revelaciones?’ en “La Palabra manifestada en carne”
El Espíritu Santo obra de acuerdo con la era, no a voluntad o según normas establecidas. La era ha cambiado, y una nueva debe traer con ella obra nueva. Esto es cierto de cada etapa de la obra, y así la misma nunca se repite. En la Era de la Gracia, Jesús hizo mucho de esa obra, como curar enfermedades, expulsar demonios, imponer Sus manos sobre el hombre para orar por él y bendecirlo. Sin embargo, continuar haciéndolo no respondería a ningún propósito en el presente. El Espíritu Santo obraba de esa forma en ese momento, porque era la Era de la Gracia, y se mostró suficiente gracia al hombre para su disfrute. Este no tenía que pagar ningún precio y podía recibir la gracia mientras tuviera fe. Todos recibían un trato muy misericordioso. Ahora, la era ha cambiado, y la obra de Dios ha progresado más; a través de Su castigo y Su juicio, la rebeldía del hombre y las cosas inmundas en su interior se echarán fuera. Como era la etapa de la redención, Dios tenía que hacer esa obra, mostrando al hombre suficiente gracia que disfrutar, de forma que el hombre pudiera ser redimido del pecado y, por medio de la gracia, ser perdonado de sus pecados. La presente etapa se realiza para revelar las iniquidades en el hombre por medio del castigo, el juicio, el herir de las palabras, así como la disciplina y la revelación de las palabras, de forma que pueda ser salvos después. Esta obra es más profunda que la redención. En la Era de la Gracia, el hombre disfrutaba de suficiente gracia y ya la ha experimentado, y por tanto el hombre ya no debe disfrutarla más. Esa obra ha quedado ahora obsoleta y ya no se hará más. Ahora, el hombre es salvado por medio del juicio por la palabra. Tras el hombre ser juzgado, castigado y refinado, su carácter cambia. ¿No se debe esto a las palabras que he hablado? Cada etapa de la obra coincide con el progreso de toda la humanidad y con la era. Toda obra tiene su sentido; se realiza para la salvación final, para que la humanidad tenga un buen destino en el futuro, y para que los hombres sean divididos según su tipo al final.
de ‘El misterio de la encarnación (4)’ en “La Palabra manifestada en carne”
Dios mismo viene a iniciar una era y también viene a poner fin a esa era. El hombre es incapaz de realizar la obra de comenzar una era y concluirla. Si Jesús no llevó la obra de Jehová a su fin, esto demuestra que era meramente un hombre y no representó a Dios. Precisamente porque Jesús vino y acabó la obra de Jehová, siguió a partir de esta iniciando la suya propia, una nueva, esto demuestra que esta fue una nueva era y que Jesús era Dios mismo. Hicieron dos etapas claramente distintas de obra. Una fase se llevó a cabo en el templo y la otra fuera de este. Una etapa consistió en dirigir la vida del hombre según la ley, y la otra en ofrecer una ofrenda por el pecado. Ambas eran inequívocamente diferentes; esta es la división de la nueva y la vieja era, ¡y no hay error en afirmar que son dos eras! La ubicación, el contenido y el objetivo de Su obra eran diferentes. Por ello, se pueden dividir en dos eras: el Nuevo y el Antiguo Testamento, es decir, la nueva y la vieja era. Cuando Jesús vino no entró al templo, lo que demuestra que la era de Jehová había acabado. No entró al templo, porque la obra de Jehová en este había terminado y no necesitaba realizarse de nuevo. Hacerlo sería repetirla. Sólo abandonando el templo, comenzando una nueva obra y abriendo un nuevo camino fuera de él pudo llevar la obra de Dios a su cénit. De no haber salido del templo para realizar Su obra, la obra de Dios nunca hubiera podido progresar más allá del templo y nunca hubiera habido nuevos cambios. Así, cuando Jesús vino, no entró al templo ni llevó a cabo allí Su obra. La realizó fuera de este y la hizo con libertad, acompañado de los discípulos. Que Dios se marchara del templo para hacer Su obra significaba que Él tenía un nuevo plan. Su obra debía llevarse a cabo fuera del templo, y tenía que ser una obra nueva no limitada en su forma de implementarse. La llegada de Jesús puso fin a la obra que Jehová había realizado durante la era del Antiguo Testamento. Aunque llevaban nombres distintos, ambas etapas de la obra fueron realizadas por un mismo Espíritu, y la obra de la segunda fue la continuación de la primera. Al tener un nombre distinto, su contenido y la era también lo fueron. Cuando Jehová vino, fue Su era, y cuando vino Jesús, fue la suya. Así, cada vez que Dios viene, se le llama por un nombre, representa una era y abre una nueva senda; y en cada nuevo camino, adopta un nuevo nombre que demuestra que Dios es siempre nuevo y nunca viejo, y que Su obra está en constante progreso hacia adelante. La historia progresa siempre hacia adelante, y la obra de Dios también. Para que Su plan de gestión de seis mil años alcance su fin, debe seguir progresando. Cada día, cada año, Él debe realizar obra nueva; debe de abrir nuevas sendas, iniciar nuevas eras, iniciar obra nueva y mayor, traer nuevos nombres y nueva obra. El Espíritu de Dios siempre está haciendo obra nueva y jamás se aferra a las viejas formas y normas. Su obra tampoco cesa nunca, y sucede todo el tiempo.
de ‘La visión de la obra de Dios (3)’ en “La Palabra manifestada en carne”