8 Enero 2020
Cuando yo era niña, siempre que mi madre me llevaba al hospital a ver a un doctor y yo veía a todos los doctores y enfermeras con sus batas blancas corriendo de acá para allá, siempre pensaba que parecían ángeles vestidos de blanco. Sentía una gran admiración por ellos, y solía pensar: “Si yo también pudiera ser un ángel vestido de blanco cuando crezca, ¡eso sería fantástico!”. Como joven adulta, mis calificaciones escolares fueron excepcionalmente buenas y fui capaz de pasar el examen de entrada en la facultad de medicina, y finalmente mi profundo deseo se hizo realidad cuando me enviaron a cierto hospital de la ciudad para empezar mi carrera como doctora. ¡No puedes imaginar cuán feliz estaba yo el primer día que me puse una bata blanca! El deber profesional de los doctores es curar la enfermedad y evitar la muerte, ¡y eso hace que la profesión sea altamente respetada y noble! Yo tomé la determinación de estar a la altura del apodo, ángeles de blanco, siendo una doctora totalmente responsable y profesional comprometida con el alivio del sufrimiento de mis pacientes.
Mi sueño empieza a resquebrajarse
Siguiendo la tendencia de la reforma y la apertura de China, mi hospital respondió con entusiasmo al eslogan del Gobierno central: “No importa si el gato es negro o blanco mientras cace ratas”. El antiguo sistema de trabajos de por vida con salarios fijos se suprimió, y todo pasó a tener relación con el rendimiento. Yo trabajaba en el consultorio del hospital y este estableció una cuota para la cantidad de pacientes que nosotros los doctores de las consultas teníamos que transferir a las habitaciones del hospital cada mes. Por cada paciente de menos que la cuota se nos multaba con 50 RMB. Cuando supe esto me enojé mucho, y pensé: “Así que aunque el paciente no tenga nada grave, ¿aún debemos enviarlo a las habitaciones? ¿No es esto una clase de fraude? Es una perversidad”.
Así que yo seguí tomando decisiones sobre la estancia hospitalaria de cada paciente únicamente sobre la base de mi diagnóstico de su enfermedad e ignoré la directriz del hospital. A final de mes, mi intransigencia llevó a que me dedujeran 500 RMB del sobre de mi paga. Los sobres de la paga de otros doctores eran gruesos y pesados mientras que el mío era lamentablemente fino. Todos ellos me miraban de una manera extraña, y los oí decir cosas como: “Ella es estúpida. Ni siquiera puede llegar a la cuota de admisiones en las habitaciones”. “¡Totalmente! Nuestra consulta excedió la cuota”. El director en jefe del hospital me buscó para reprenderme: “¡Xiaoliu! El Gobierno nos da muy poco dinero en estos días, así que tenemos que equilibrar las cuentas nosotros mismos. Si no conseguimos el dinero de los pacientes, ¿cómo se supone que vamos a pagar los salarios de la plantilla? ¡Si cada doctor tratara a sus pacientes de la forma en que tú lo haces, el hospital tendría que cerrar sus puertas de inmediato!”. Cuando oí esto, no pude evitar gritar para mis adentros: “¡Estáis convirtiendo a buenas personas en ladrones!”. Me marché de la oficina del director con lágrimas en los ojos. Uno de los colegas con quien me llevaba bastante bien me instó a reconsiderar: “No seas tan tozuda. ¿A quién no le importa el dinero en estos días? Como reza el dicho: ‘Cada hombre por sí mismo y sálvese quien pueda’. Todos trabajamos el mismo número de turnos a lo largo del mes y tú ves a tantos pacientes como cualquiera y tus habilidades profesionales son tan buenas como las de cualquiera, pero tu paga es mucho menor. ¿Eres realmente tan angelical que ya no necesitas comer? ¿Te ves como una bodhisattva que guía a las masas a algún cielo budista?”. Tras seguir el “consejo” de mi colega, llegué a entender gradualmente el verdadero significado del dicho “La naturaleza selecciona, el más adecuado sobrevive”.
Aceptación del fraude de las admisiones hospitalarias
Frente a las crueles realidades de la vida hospitalaria, no tuve otra elección que cambiar mis formas y aceptar las reglas de la dirección. Con el fin de realizar el trabajo asignado a mí y que me pagaran más, yo también empecé a enterrar mi conciencia y a enviar a las habitaciones pacientes que no necesitaban permanecer ingresados en el hospital. Yo esbozaba habitualmente una sonrisa cuando engatusaba y engañaba a estos pacientes, y ellos nunca sabían qué estaba ocurriendo. Con el fin de obtener el tratamiento apropiado, ellos siempre confiaban en mí y obedecían todo lo que yo decía, y estaban incluso muy agradecidos. ¿Cómo podían saber que detrás de la sonrisa de su doctora se escondía un verdugo experto? Recuerdo una vez en que examiné a una mujer que acababa de sufrir una inflamación ginecológica leve. Con el fin de conseguir más dinero de ella, la asusté diciéndole: “Tu enfermedad es bastante grave. Si no nos damos prisa y te ingresamos en el hospital, va a ser un gran quebradero de cabeza tratarla”. La paciente me preguntó resignadamente cuál era la “enfermedad” y yo le dije que era xxx, un tipo de infección viral. La mujer se asustó mucho y empezó a llorar. Yo sentí remordimientos inmediatamente por haberla engañado y quise contarle la verdad, pero después pensé que no hacer el trabajo que me habían asignado no sólo significaría que mis colegas se burlarían de mí y mis directores me criticarían sino también menos paga. Por tanto, apreté los dientes y permanecí en silencio. A causa de mi intimidación, la mujer acabó quedándose en el hospital durante un período de tiempo. Al principio de comportarme así, aún sentía un poco de compasión por los pacientes, pero conforme pasaba el tiempo mi conciencia empezaba a desaparecer lentamente y me sentía cada vez más insensible.
Las comodidades materiales nunca pueden aliviar el sufrimiento espiritual
Todo mi ser se consumió con el deseo de ganar dinero, y además de estafar a los pacientes yo aprovechaba cualquier oportunidad que surgiera en el hospital para llenarme más los bolsillos. En nuestro departamento, si los doctores realizaban cirugías a los pacientes, podían embolsarse los honorarios sin tener que compartirlos con el hospital. Así que para ganar más dinero empezamos a realizar tantas operaciones como podíamos. Una cirugía siempre implica riesgos, pero nos volvimos temerarios para ganar más dinero, y en el plazo de un mes, los honorarios bajo cuerda fueron varias veces mayores que nuestros salarios mensuales. Con una cartera siempre llena de efectivo, empecé a comprar artículos de diseño. La calidad de mi ropa y mis accesorios aumentó de forma espectacular, y si veía algunos cosméticos que me gustaban, no dudaba en sacar mi tarjeta de crédito y comprarlos. Mis amigos y familiares empezaron a mirarme con admiración. Pero en mitad de la noche, cuando todo estaba en silencio, yo pensaba en que estaba realizando operaciones bajo cuerda en el hospital. ¿Qué pasaría si cometía un desliz un día? Pensar en esto era suficiente para que yo tuviera escalofríos. Cada día todas mis energías y mi capacidad intelectual se centraban en hacer dinero sin la más mínima pizca de conciencia. Yo estaba viviendo como una zombi y no sabía por qué estaba viviendo en esta tierra o de qué iba la muerte. Yo no tenía ninguna dirección en absoluto en mi vida… Mi inquietud y sufrimiento espirituales me estaban torturando hasta el punto de quitarme el sueño, y ahí es cuando me di cuenta de que la comodidad material nunca podría resolver el problema del miedo en mi corazón. De hecho, cuanto mayores eran mis ganancias inmorales, más vivía yo en el temor y la agitación…
La gracia de la salvación de los últimos días viene a mí
Un día de mayo de 2007, yo estaba charlando con una colega que me conocía bien, la cual me dijo: “Todos hemos conseguido mucho dinero y a todos nos gusta tener toda esta ropa de diseño y artículos de lujo. Se mire por donde se mire, deberíamos estar felices y satisfechos pero ninguno de nosotros se siente así. En realidad, nos sentimos vacíos e inquietos”. Las palabras de mi colega describían exactamente cómo me estaba sintiendo yo. ¿Acaso no era yo así? Pero ¿quién podía ver claramente cuál era la raíz del problema? Cuando yo estaba meditando sobre esta pregunta, mi colega me dijo que ella creía en Dios y que había encontrado las respuestas que necesitaba en las palabras de Dios. Ella sacó un libro y me leyó un pasaje de las palabras de Dios: “Por ejemplo, si les preguntas a algunos hacedores de maldad: ‘¿Por qué haces eso?’. Te responderán: ‘Cada uno para sí mismo y sálvese quien pueda’. Esta sola frase expresa la raíz del problema: la lógica de Satanás se ha convertido en la vida de las personas e, independientemente de lo que hagan, sea con un propósito u otro, sólo lo hacen para sí mismos. Todas las personas piensan ‘Cada uno para sí mismo y sálvese quien pueda’, que así son las cosas, así que cada uno debería vivir sólo para sí mismo. ‘Asegurarse una posición para las comodidades de las criaturas’, es la vida y la filosofía del hombre, y también representa la naturaleza del hombre. ‘Cada uno para sí mismo y sálvese quien pueda’; esta frase de Satanás es, precisamente, su veneno; y cuando el hombre la interioriza, se convierte en su naturaleza. La naturaleza de Satanás se manifiesta a través de esta declaración; lo representa por completo. Este veneno se convierte en la vida del hombre y en el fundamento de su existencia; la humanidad corrupta ha sido sistemáticamente dominada por esto, durante miles de años” (‘Cómo tomar la senda de Pedro’ en “Registros de las pláticas de Cristo”). La colega habló entonces sobre esto conmigo: “Durante los últimos miles de años, nosotros, la humanidad, hemos estado bajo la influencia de Satanás y hemos estado absorbiendo las enseñanzas absurdamente erróneas de Satanás. Todo esto de ‘El dinero es lo primero’, ‘Cada uno por sí mismo y sálvese quien pueda’, ‘La naturaleza selecciona, el más adecuado sobrevive’, etc. Estas filosofías de vida satánicas se han convertido en las reglas y consignas para nuestra existencia en la tierra. Tratamos las ideas ridículas de Satanás como algo positivo que debe seguirse, y si no vivimos según estas cosas entonces otras personas nos verán como poco convencionales y extraños y no tendremos forma de tener una posición y sobrevivir en la sociedad. Pero que nosotros vivamos según estas filosofías satánicas y siempre estemos buscando maneras de ganar dinero de nuestros pacientes significa que, a pesar de tener los lujos y las comodidades que el dinero puede comprar, a pesar de tener una posición en la sociedad, nunca podemos sentirnos felices y satisfechos. En cambio, lo único que sentimos es miedo, agitación, vacío y dolor. Satanás usa estos métodos tóxicos para corrompernos y engañarnos de forma que permanezcamos bajo su poder, siendo continuamente torturados y abusados… Si queremos librarnos de esta existencia dolorosa y dejar de ser corrompidos por Satanás, debemos venir ante el Señor de la Creación y aceptar la salvación de Dios y Sus provisiones para la vida. Esta es la única manera de escapar de las garras de Satanás y de vivir bajo el cuidado y la protección de Dios. Como dicen las palabras de Dios: ‘Sólo cuando el hombre recibe la salvación de Dios y Su provisión de vida para él pueden resolverse las necesidades, el anhelo de explorar y el vacío espiritual’ (‘Dios preside el destino de toda la humanidad’ en “La Palabra manifestada en carne”)”.
Estas palabras de Dios y lo que mi colega me habló me conmovieron en el fondo de mi corazón. Recordé cómo solía actuar con conciencia cuando trataba a mis pacientes, defendiendo siempre el juramento hipocrático para evitar la muerte y curar la enfermedad. Pero, después de que mis colegas se burlaran de mí, la alta dirección me criticara y el pensamiento de las ganancias materiales me sedujera, yo también sucumbí gradualmente a las tendencias malvadas. Mi moralidad se derrumbó y ahora yo haría cualquier cosa para ganar dinero sin la menor consideración por la difícil situación de mis pacientes o por si ellos morían o vivían. Sí, satisfice todos mis deseos materiales y obtuve la admiración de los que estaban a mi alrededor, pero el glamur superficial nunca podía borrar el dolor que yo estaba sintiendo en lo profundo de mi alma. Lo que más necesitaba ese lugar profundo de mi alma no era la comodidad material sino la salvación de Dios, y sólo viniendo ante Dios y obteniendo la provisión para la vida de Sus palabras podría yo ser capaz de librarme de la corrupción y la aflicción de Satanás y obtener de nuevo la semejanza de un ser humano que tiene respeto por sí mismo e integridad. Como consecuencia, yo acepté alegremente la obra de los últimos días de Dios Todopoderoso y pronto empecé mi vida de iglesia con los hermanos y hermanas. Leíamos las palabras de Dios y hablábamos sobre las verdades, y yo vi que todos los hermanos y hermanas eran inocentes y abiertos, siendo honestos. Siempre que revelaban su carácter corrupto, eran capaces de usar las palabras de Dios para reflexionar y obtener de esta forma conocimiento de sí mismos, y eran capaces de buscar verdades para resolver los problemas. Se apoyaban unos a otros y se llevaban armoniosamente bien, sin involucrarse nunca en intrigas o murmuración. En todos mis años yo nunca había encontrado un grupo como este; era como otro mundo, y era la vida que yo había estado anhelando desde lo profundo de mi alma. Yo amaba y apreciaba mi nueva vida, y me integré rápidamente en la gran y acogedora familia.
Los acontecimientos revelan la profundidad de mi degradación
Un día en el que yo estaba de turno entró una pareja de ancianos, y al examinarlos descubrí que tenían una infección bacteriana común que podía tratarse adecuadamente con algunos medicamentos corrientes sin receta. Pero, si sólo les prescribía estos medicamentos, no ganaría ningún dinero. Así que, con la floritura habitual de mi pluma, les prescribí medicamentos que eran muchas veces más caros para poder conseguir una comisión. Pero cuando la pareja de ancianos fue a la farmacia y sumaron la factura de los medicamentos, descubrieron que no tenían suficiente efectivo a mano y tuvieron que marcharse con las manos vacías.
Después de terminar mi turno, de repente me sentí asqueada y muy mareada. Me pregunté: “Yo siempre he estado sana, ¿cómo he llegado entonces a sentirme de esta manera de repente?”. Al llegar a casa me arrodillé apresuradamente ante Dios, oré y busqué. Más adelante, leí estas palabras de Dios: “Puedes hacer algo, no tener ningún sentimiento particular sobre ello y los demás tampoco lo saben; pero Dios sabe. Él no te dejará ir y te disciplinará. La obra del Espíritu Santo es muy detallada. Él observa con mucho detenimiento cada palabra y cada acción de las personas, cada uno de sus actos y de sus movimientos, cada uno de sus pensamientos y de sus ideas, de forma que las personas puedan ganar una conciencia interna de estas cosas” (‘Los que serán hechos perfectos deben someterse al refinamiento’ en “La Palabra manifestada en carne”). Y ahí es cuando se me ocurrió que el malestar que yo estaba sintiendo era la mano amorosa de Dios, Su juicio y castigo, entrando en mí. Reflexioné sobre mi conducta y mis acciones durante el día y sobre cómo yo sólo me había preocupado por beneficiarme y había prescrito esos medicamentos caros a expensas de una pareja de ancianos que tuvo que marcharse del hospital sin medicación alguna. ¿No estaba yo engañándolos al causar que su tratamiento se retrasara? Pensé sobre cómo cada día yo me consumía calculando cuánta comisión podría conseguir por cada prescripción o cuánto podría cobrar por cada operación. Mi cabeza estaba tan llena de pensamientos de dinero que me había convertido en una doctora despiadada e inhumana a la que no le importaban un ápice sus pacientes. Pero Dios había examinado todas mis motivaciones y propósitos —ni siquiera uno de mis pensamientos era capaz de escapar de la vista de Dios— por lo que esta vez, cuando hice algo malvado, a Dios le dio pena dejarme caer en la trampa y la red de Satanás, y en su lugar me provocó un malestar físico para hacerme reflexionar y conocerme mejor. Dios me hizo ver que Él odiaba mi conducta y mis acciones, las cuales no eran las de un ser humano apropiado. Cuando pensé en esto sentí un profundo remordimiento, y viniendo ante Dios oré: “¡Oh Dios! Gracias por haberme dejado ver que he sido tan profundamente corrompida por Satanás hasta el punto de que he perdido mi buena conciencia. ¡Oh Dios! Estoy dispuesta a arrepentirme en Tu nombre, e intentaré ser una persona con conciencia y humanidad conforme a Tus palabras…”.
Vivir en la felicidad verdadera sobre la base de las palabras de Dios
Un día una mujer joven vino a mi consulta para un tratamiento, y tan pronto como entró en la habitación, empezó a suplicarme: “Doctora, por favor, por favor prescríbame alguna medicina adecuada. Me pica todo el cuerpo, y me ocurre desde hace mucho tiempo. He estado en todos los demás hospitales, grandes y pequeños, y he gastado casi diez mil yuanes hasta ahora, pero el picor sigue ahí. Si puede ayudarme, pagaré tanto como tenga que pagar”. Tan pronto como oí eso, me llené de una astuta alegría y pensé: “Así que tienes mucho dinero —debe ser mi día de suerte—. Tú viniste a mí, así que te mereces que te desplume”. Durante un momento, consideré rápidamente qué cara medicina podría proporcionarme la mayor comisión, y entonces, con la floritura de mi pluma, escribí la prescripción. Pero justo cuando le estaba dando la prescripción a la paciente, pensé de repente en algunas de las palabras de Dios que yo había leído algunos días antes: “Esa lengua de serpiente tuya arruinará finalmente tu carne que causa destrucción, y lleva a cabo abominaciones; y esas manos tuyas que están cubiertas con la sangre de espíritus inmundos también empujarán finalmente a tu alma al infierno. ¿Por qué no aprovechas esta oportunidad de purificar tus manos que están cubiertas de inmundicia? ¿Y por qué no aprovechas esta oportunidad de cortar esa lengua tuya que habla palabras injustas? ¿Podría ser que estés dispuesto a sufrir bajo las llamas del infierno por tus dos manos, tu lengua y tus labios?” (‘¡Sois todos muy básicos en vuestro carácter!’ en “La Palabra manifestada en carne”). Las estrictas palabras de Dios me hicieron sentir que Él estaba casi delante de mí, preguntando: “¿Podría ser que estés dispuesto a sufrir bajo las llamas del infierno por tus dos manos, tu lengua y tus labios?”. Sentí un momento de miedo y humillación. Todas las cosas en las que había estado pensando eran malvadas, sin la menor pizca de bondad en ellas. Dios sabía que yo no tenía la fuerza para vencer al pecado por mí misma, y se preocupó por que yo pudiera desviarme de Su senda de nuevo y, por lo tanto, había escogido estas estrictas palabras para juzgarme y castigarme a tiempo. Él me había hecho ver que Su carácter justo no podía ser ofendido, y mi corazón se volvió a Dios una vez más con temor y respeto y di la espalda a hacer el mal. Le quité rápidamente la prescripción a la paciente y le dije: “¿Qué tal si realizo un examen completo para ver qué está causando tu mal, y después te escribo una prescripción?”. Después de examinarla, le dije: “Este picor no es una infección bacteriana. Tienes ladillas, y puedes librarte de ellas de forma barata y fácil. Puedo garantizarte que dormirás muy bien esta noche”. La paciente realmente no parecía creer lo que yo había dicho, así que la miré de manera tranquilizadora asintiendo con la cabeza. Después de haberse ido ella, sentí por primera vez el placer de comportarme conforme a las palabras de Dios. Dos días después me encontré de nuevo con la paciente y ella rompió a llorar mientras las palabras de gratitud salían atropelladamente: “¡Gracias, Doctora Liu! ¡Gracias, Doctora Liu! Es usted realmente una buena doctora. Gasté todo ese dinero en el pasado en esos otros doctores, pero usted me dijo cómo curar mi mal por sólo unos pocos yuanes. Tengo mucha suerte de haber conocido a una doctora tan buena. No puedo agradecérselo lo suficiente…”. Al oír lo que dijo la paciente, yo di gracias y alabé a Dios en silencio. Yo sabía que eso no fue porque yo fuera particularmente buena, sino a causa del efecto que habían tenido en mí las palabras de Dios Todopoderoso.
El principio de una nueva vida
Dios había usado Sus palabras para juzgarme, proveer para mí, dirigirme y guiarme, y trajo lentamente de vuelta a la vida a mi conciencia desaparecida de forma que yo pudiera vivir un poco como un ser humano verdadero. Ahora mi vida no tiene que ver simplemente con hacer dinero, y ya no estoy basando mi vida en venenos satánicos como “El dinero es lo primero”, “Cada uno por sí mismo y sálvese quien pueda”, “el más adecuado sobrevive”, etc. Yo he dejado que las palabras de Dios sean mi nueva vida y las directrices por las que yo actúo. En las palabras de Dios he encontrado la verdadera dirección para la vida y tengo un objetivo para cómo comportarme. Yo sigo cantando himnos y orando-leyendo las palabras de Dios con los hermanos y hermanas cada día y estoy intentando hacer todo lo posible por cumplir mis deberes como una de los creados. Soy como uno hijo pródigo que ha estado perdido durante muchos años y que siente una maravillosa calidez, paz y seguridad cuando vuelve finalmente a los brazos de su madre. ¡Toda la gloria sea a Dios Todopoderoso!